domingo, 2 de abril de 2017

#1A



La grieta... si que hay una grieta inmensa y profunda. 
No sé cuándo empezó, si nació con nosotros o la incubó alguien para cagarnos la vida y el país y el futuro.
Hoy salí a la calle, como muchas otra veces. Salí con los argentinos que no sienten que deben recibir, sino que saben que hay que ganárselo.
Con los argentinos que conocen sus derechos, pero también se hacen cargo de sus obligaciones. 
Cientos de miles embanderados con nuestro único y sublime color: Celeste y blanco.
Cientos de miles de argentinos abarrotando las plazas y las calles, sin un solo empujón. Sin un solo desmán. Sin una sola pared pintada ni la Catedral quemada ni la sinagoga profanada ni la plaza pisoteada ni las heces en las calles.
Cientos de miles de argentinos con realidades diferentes, unos con más, otros con menos, pero todos que la luchan y la reman sin resentimiento.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos. Con bastones, en sillas de ruedas, con muletas, con mascotas.
Ni una palabra fuera de lugar, ni una sola falta de respeto.
Cantar el himno, festejar la lucha y la calle... y volver en orden.
La grieta abismal, entre la Argentina profanada y la Argentina digna. Entre los que intentan desmadrarla, y los que laburan cada día para que no desaparezca. Entre los que solo exigen sus derechos, y los que se hacen cargo de sus obligaciones.
Esa grieta enorme y profunda, entre una Argentina que agoniza tras años de vejaciones, y otra que está pariendo un cambio profundo y definitivo, gritado por los que nos cansamos de callar.
Horacio R. Palma
Escribidor Contumaz

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